martes, 15 de junio de 2010

CURIOSA LITERATURA

ANÉCDOTAS LITERARIAS
(anónimo)

A Pablo Neruda, en 1971, le avisaron que había ganado el premio Nobel de
literatura tres días antes de que se publicara la noticia, por un mensaje
confidencial de la Academia Sueca. La noche siguiente invitó a un grupo de
amigos a cenar en París, donde entonces era embajador de Chile, y ninguno
de los amigos se enteró del motivo de la fiesta hasta que los periódicos de la
tarde dieron la noticia. “Es que nunca creo nada mientras no lo vea escrito” dijo
Neruda con su risa invencible.

León Tolstoi (1828-1910), el famoso novelista, crítico y moralista ruso,
siempre tuvo en su esposa a una gran colaboradora. En cierta ocasión, le dijo:
-Escríbeme en un cuaderno todo lo que te dije cuando te pedí que fueses mi
esposa. ¿De acuerdo?
-¡Por supuesto!-, respondió ella. Y se puso de inmediato a la tarea.
Según dicen los críticos, todo cuanto escribió la señora de Tolstoi lo utilizó el
célebre escritor, palabra por palabra, en la declaración de amor que se
encuentra en su famosa obra “Ana Karenina”.
Cuenta la leyenda que Esther Tusquets, tras resistirse durante mucho tiempo
a los intentos de compra de su editorial (Lumen) por parte del grupo
Bertelsmann (hoy Random House Mondadori), decidió jugarse la empresa a
una partida de bridge con un ejecutivo de la multinacional. Obviamente, perdió
la partida.

Las cartas de Gabo: A mediados del año 2001 nació una de las leyendas
urbanas que más revuelo ha causado en los últimos años a lo largo y ancho del
planeta de las letras. Se trataba de una carta supuestamente escrita por el
premio Nobel Gabriel García Márquez en el que, víctima de un fulminante
cáncer linfático (que sí ha padecido), se despedía de la vida. La misiva corrió
de buzón electrónico en buzón electrónico con una rapidez asombrosa,
llegando a hacerse tan creíble que algunos periodistas se refirieron a ella en
sus reportajes. La carta empezaba así: “Si por un instante Dios se olvidara de
que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente
no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo”. Y
concluía: “Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero
realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de
esa maleta, infelizmente me estaré muriendo”. Al cabo de un tiempo, obligado
por la demanda de sus fieles, el mismísimo Gabo salió a la palestra
desmintiendo la autoría de la misiva y añadiendo que lo que más le había
dolido era que la gente creyera que él escribía tan mal.


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