domingo, 20 de septiembre de 2009

JOSÈ MARÌA ARGUEDAS

JOSÈ MARÌA ARGUEDAS
José María Arguedas nació en Andahuaylas un 18 de enero de 1911. Si aquella bala, disparada por él mismo, no hubiera percutado, hoy tendría, a lo mejor, 98 años.
Andahuaylas esta en el sur del Perú. Fue tierra de los chancas guerreros de nacimiento y rebeldes eternos. Hizo sus estudios primarios en el San Juan de Lucanas-Puquio-Abancay. Sólo tiene compañeros. Para comunicarse se ve obligado a hablar en quechua. Las costumbres de la gente del Andes, las hace suyas. Sus estudios de secundaria los hace en Ica, Huancayo y Lima.
En 1931, año en que los españoles vivan su nueva República sin sangre ni lágrimas, Arguedas ingresa a San Marcos.
Su aporte a la educación y a la cultura peruana los desarrolló en diferentes frentes: Enseñó en el Colegio Nacional de Sicuani dos años del1939 al 41. En 1942 pasó a la sección folklore y artes populares del Ministerio de Educación hasta el 56 Fue Director de la Casa de la Cultura del 63 hasta 1964. Ya se había graduado como doctor en antropología. También profesor en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Universidad Agraria. Hasta su fallecimiento en 1969. Quienes han escrito sobre la vida de José María Arguedas lo ubican, unos como novelista, otros como traductor, y también difusor de la literatura quechua, antropólogo y etnólogo. Tiene ganado un lugar importante entre los estudiosos del siglo XX. Sus obras relatan y plantean la de un país con dos culturas, la andina de origen quechua y la urbana de raíces europeas. Para Arguedas esas culturas debían integrarse en armonía para llegar al mestizaje. No todos estuvieron de acuerdo con su posición.

Arguedas, el poder de su palabra
Novelista, traductor, difusor de la literatura quechua, antropólogo y etnólogo, hacen de José Maria Arguedas, una las figuras mas importantes del siglo pasado. Sus obras relatan y plantean la de un país dividido en dos culturas —la andina de origen quechua y la urbana de raíces europeas— que considera deben integrarse en relación armónica mestiza. Su visión del país, encuentra dilemas, angustias pero también esperanzas.
Arguedas es en la literatura el ejemplo del encuentro entre las culturas quechua y occidental. Estudio primaria en el San Juan de Lucanas-Puquio-Abancay, donde por su trato con los niños indígenas, aprende el quechua y allí se familiariza con las costumbres ancestrales del hombre del ande. Su secundaria fue en Ica, Huancayo y Lima. En 1931 ingresa a San Marcos. Enseñó en el Colegio Nacional de Sicuani (1939-1941). En 1942-1956, laboró en la sección folklore y artes populares del Ministerio de Educación. Director de la Casa de la Cultura (1963-1964). Graduado como doctor en antropología en 1963, fue profesor en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Universidad Agraria hasta su fallecimiento en 1969.
“Yawar fiesta” (1941) ofrece en toda su complejidad la vida indígena. Transforma la corrida de toros española en una “corrida india” y ofrece un vivo cuadro de la transculturación de un pueblo serrano como es Puquio.
En 1964 se publica la monumental novela “Todas las sangres” de texto desigual con páginas que recuerdan la tragedia de Dostoievski que originando polémica entre Arguedas y algunos científicos sociales que le recriminaban no ser fiel a la realidad. José María se defiende opinando que el describe lo que ve y en esa época como hasta ahora, nuestro país tenía distintos grados de desarrollo, situaciones de explotación feudal en la costa y sierra y eso es lo que describe Arguedas.
En 1971, póstumamente se publica “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, su trabajo más discutido que quedó inconcluso. Arguedas alterna capítulos con una estricta ficción y narra la situación de extrema dificultad en la que escribe la novela. Atrapado por una depresión que lo llevaría al suicidio y al final de este texto conmovedor, el escritor decide interrumpir su escritura y se inclina por desaparecer. Manda cartas a amigos e inclusive da detalles de su funeral.
José María Arguedas Altamirano, un pensador de y por una sociedad más justa, hasta su muerte. Desencantado por los efectos de la política cultural del país, trató de suicidarse en 1966 y al fin, el 28 de noviembre de 1969, se disparó en la cabeza y murió cuatro días después, el 2 de diciembre.







Carta de despedida del Amauta José María Arguedas antes del suicidio.Señor Rector de la Universidad Agraria,
Jóvenes estudiantes:
Les dejo un sobre que contiene documentos que explican las causas de la decisión que he tomado.
Profesores y estudiantes tenemos un vínculo común que no puede ser invalidado por negación unilateral de ninguno de nosotros. Este vínculo existe, incluso cuando se le niega: somos miembros de una corporación creada para la enseñanza superior y la investigación. Yo invoco ese vínculo o lo tomo en cuenta para hacer aquí algo considerado como atroz: el suicidio. Alumnos y profesores guardan conmigo un vínculo de tipo intelectual que se supone y se concibe debe ser generoso y no entrañable. De ese modo recibirán mi cuerpo como si él hubiera caído en un campo amigo, que le pertenece, y sabrán soportar sin agudezas de sentimiento y con indulgencia este hecho.
Me acogerán en la Casa nuestra, atenderán mi cuerpo y lo acompañarán hasta el sitio en que deba quedar definitivamente. Este acto considerado atroz yo no lo puedo ni debo hacer en mi casa particular. Mi Casa de todas las edades es esta: La universidad. Todo cuanto he hecho mientras tuve energías pertenece al campo ilimitado de la Universidad y, sobre todo, el desinterés, la devoción por el Perú y el ser humano que me impulsaron a trabajar. Nombro por única vez este argumento. Lo hago para que me dispensen y me acompañen sin congoja ninguna sino con la mayor fe posible en nuestro país y su gente, en la Universidad que estoy seguro anima nuestras pasiones, pero sobre todo nuestra decisión de trabajar por la liberación de las limitaciones artificiales que impiden aún el libre vuelo de la capacidad humana, especialmente la del hombre peruano.
Creo haber cumplido mis obligaciones con cierto sentido de responsabilidad, ya como empleado, como funcionario, docente y como escritor. Me retiro ahora porque siento, he comprobado que ya no tengo energía e iluminación para seguir trabajando, es decir, para justificar la vida. Con el acrecentamiento de la edad y el prestigio las responsabilidades, la importancia de estas responsabilidades crecen y si el fuego del ánimo no se mantiene y la lucidez empieza, por el contrario, a debilitarse, creo personalmente que no hay otro camino que elegir, honestamente que el retiro. Y muchos, ojalà todos los colegas y alumnos, justifiquen y comprendan que para algunos el retiro a la casa, es peor que la muerte.
He dedicado este mes de noviembre a calcular mis fuerzas para descubrir si las dos últimas tareas que comprometían mi vida podían ser realizadas dado el agotamiento que padezco desde hace algunos años. No. No tengo fuerzas para dirigir la recopilación de la literatura oral quechua ni menos para emprenderla, pero con el Dr. Valle Riestra, Director de Investigaciones, se convino en que esa tarea la podía realizar conforme al plan que he presentado. Voy a escribir a la Editorial Einaudi de Turín que aceptó mi propuesta de editar un volumen de 600 páginas de mitos y narraciones quechuas. Nuestra Universidad puede emprender y ampliar esta urgente y casi agónica tarea. Lo puede hacer si contrata, primero, con mi sueldo que ha de quedar disponible y está en el presupuesto, a Alejandro Ortiz Recamiere, mi exdiscípulo y alumno distinguido de Lévi—Strauss durante cuatro años y lo nombra después. Él se ha preparado lo más seriamente que es posible para este trabajo y puede formar, con el Dr. Alfredo Torero, un equipo del más alto nivel. Creo que la Editorial Einaudi aceptará mi sustitución por este equipo que representaría a la Universidad. En cuanto a lo demás está expuesto en mi carta a Losada y en el “Ultimo Diario” de mi casi inconclusa novela “El zorro de arriba y el zorro de abajo”. Documentos que acompaño a este manuscrito.
Declaro haber sido tratado con generosidad en la Universidad Agraria y lamento que haya sido la institución a la que más limitadamente he servido, por ajenas circunstancias. Aquí, en la Agraria, fui miembro de un Consejo de Facultad y pude comprobar cuán fecunda y necesaria es la intervención de los alumnos en el gobierno de la Universidad. Fui testigo de cómo delegados estudiantes fanatizados y algo brutales fueron siendo ganados por el sentido común y el espíritu universitario cuando los profesores en lugar de reaccionar sólo con la indignación lo hacían con la mayor serenidad, energía e inteligencia. Yo no tengo ya desventuradamente, experiencia personal sobre lo ocurrido durante los trece meses últimos que he estado ausente, pero creo que acaso los cambios no hayan sido tan radicales. Espero, creo, que la Universidad no será destruida jamás; que de la actual crisis se alzará más perfeccionada y con mayor lucidez y energía para cumplir su misión.
Las crisis se resuelven mejorando la salud de los vivientes y nunca antes la Universidad ha representado más ni tan profundamente la vida del Perú. Un pueblo no es mortal, y el Perú es un cuerpo cargado de poderosa savia ardiente de vida, impaciente por realizarse; la Universidad debe orientarla con lucidez, “sin rabia”, como habría dicho Inkarri y los estudiantes no están atacados de rabia en ninguna parte, sino de generosidad sabia y paciente. ¡La rabia no!Dispensadme estas póstumas reflexiones. He vivido atento a los latidos de nuestro país.Dispensadme que haya elegido esta Casa para pasar, algo desagradablemente, a la cesantía. Y, si es posible, acompañadme en armonía de fuerzas que por muy contrarias que sean, en la Universidad y acaso sólo en ella, pueden alimentar el conocimiento.
La Molina, 27 de noviembre de 1969

No hay comentarios:

Publicar un comentario